Marihuana en neurología.

Hoy en día es innegable los múltiples beneficios del cannabis en el tratamiento de las enfermedades, particularmente de las neurológicas crónicas como la epilepsia farmacorresistente. Este hecho en gran medida ha facilitado el concepto erróneo sobre la inocuidad de dicha planta. Con respecto a sus propiedades medicinales, es fundamental entender que se deben a unos de sus componentes denominado cannabidiol (CBD), el cual no contiene efectos psicotrópicos (no actúa sobre el sistema nervioso central).  Sin embargo, el efecto recreativo (placentero) que se busca al consumir la droga, se debe al D9-tetrahidrocannabinol (THC) que, si presenta funciones psicotrópicas y que en los últimos 20 años se ha ido aumentando su concentración de una 10 a un 30% en los productos comercializados, para lograr una mayor potencia psicotrópica. 

Receptores endocannabinoides cerebrales.

El THC es estructuralmente similar a las moléculas de señalización que forman el sistema endocanabinoide endógeno del cerebro. Esto explica que dicho ingrediente psicoactivo sea capaz de unirse a los mismos receptores de los endocannabinoides, especialmente a nivel cortical (áreas que regulan las funciones corticales superiores), hipocampal (estructura límbica indispensable en el procesamiento de la memoria), amigdalino (control de las emociones) y cerebeloso (coordinador motor y del tráfico corticoespinal tanto ascendente como descendente).

La Dra.  Yasmin Hurd, neurocientífica del Hospital Monte Sinaí de New York, advierte en los medios de difusión científica más prestigiosos sobre las consecuencias a largo plazo para el cerebro en desarrollo. En la década de los noventa se convierte en pionera del uso del tejido cerebral humano para comprender la neurobiología de la adicción a las drogas al crear su propio banco de cerebros sobre todo de sujetos consumidores de heroína y anfetaminas.

Entre sus principales investigaciones se encuentran los cambios producidos en la expresión genética, en las redes neuronales y en los neurotransmisores; incluso cuando la exposición es intraútero. Postula que esto se traduce en una mayor incidencia de trastornos mentales durante la infancia que van desde la dependencia a la droga hasta enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia. Añade, que los riesgos para los adultos parecen ser menores, puesto que las influencias de la marihuana sobre la conducta, memoria y estado de ánimo tienden a disminuir al mes de suspender su uso. Sin embargo, su legalización con fines recreativos a escala global ha hecho que sea cada vez más accesible en otros grupos como los menores de edad y las embarazadas.

Modificaciones cerebrales funcionales y estructurales en consumidores de cannabis.

Durante la adolescencia se produce una reestructuración de las interconexiones neuronales (poda sináptica) y un incremento marcado de la mielinización. Ambas tienen el fin de acelerar la interrelación de las áreas asociativas y optimizar el procesamiento de las funciones corticales superiores, con el fin de alcanzar la maduración cognitiva del cerebro adulto. Su consumo en este periodo, particularmente si presenta altas concentraciones de THC, produce modificaciones en la atención, concentración, memoria y pensamiento lógico; las cuales pueden llegar a ser permanentes. A su vez, esto puede facilitar un cambio a nivel de los neurotransmisores, aumentando la aparición de enfermedades mentales en individuos predispuestos genéticamente.

Una investigación europea publicada en el año 2021 en adolescentes que nunca habían consumido la droga demostró que produce modificaciones estructurales a nivel encefálico. Se les realizó una resonancia magnética de cráneo inicialmente y luego se repitió a los 5 años. Entre las conclusiones de mayor impacto estuvo que la exposición repetida al THC modifica la estructura y el funcionamiento de la corteza prefrontal (región donde se expresan marcadamente los receptores cannabinoides y que está relacionada con la conducta, autocontrol y toma de decisiones) de forma directamente proporcional a la dosis consumida.

En un inicio se postulaba que los consumidores de marihuana tenían mayor predisposición de avanzar al mundo de las drogas duras (cocaína y heroína) al relacionarse con ambientes de traficantes y otros consumidores (teoría de la puerta de entrada). Fue el equipo de Hurd quien descubrió que era debido a modificaciones en la expresión genética a nivel encefálico, lo que a su vez alteraba el sistema opioide endógeno relacionado con mecanismos del dolor y de recompensa. A inicios de este año publicaron en JAMA Psychiatry que los cambios cerebrales en ratas eran dependientes de la dosis de THC. Las altas dosis son capaces de modificar las neuroglías (particularmente los astrocitos) y la señalización del neurotransmisor GABA. Por su parte, dosis bajas cambian los patrones de expresión genética de las neuronas y del sistema opioide.

Cerca de un 10% de las mujeres con hijos expresan haber consumido cannabis durante el embarazo, cifra que está en aumento. Debido a que el THC atraviesa la placenta, el cerebro fetal está totalmente expuesto. Investigaciones en tejido fetal de mujeres consumidoras que habían tenido un aborto, encontraron una disminución de los receptores de dopamina a nivel de la amígdala y el núcleo accumbens (centro de recompensa). De esto se deriva que la exposición intraútero es capaz de interferir con el control emocional y la posterior predisposición a las adicciones. A su vez, se realizó un estudio longitudinal donde se secuenció el ARNm de las placentas de mujeres consumidoras con un seguimiento posterior durante 15 años, tanto de la madre como de sus hijos. En este se demostró una disminución en la expresión de los genes placentarios relacionados con el sistema inmunológico, el cual es regulado por el sistema endocannabinoide. A su vez, los niños presentaban niveles elevados de cortisol (hormona relacionada con el estrés) asociado a una conducta ansiosa, hiperactiva e incluso agresiva en algunos.  

Consumo de cannabis en embarazadas afecta al feto.

Con respecto al CBD (uno de los ingredientes del cannabis), se ha demostrado que puede tener el efecto contrario al THC, disminuyendo el comportamiento de búsqueda de drogas y la ansiedad asociada, incluso en consumidores de heroína. Actualmente se están llevando a cabo ensayos sobre los beneficios del uso de CBD en los trastornos por consumo de opioides y de heroína.

Las indicaciones médicas controladas del cannabis deben ir de la mano con las políticas legislativas que rigen su uso con fines recreativos, especialmente si se tiene en cuenta los cambios persistentes que produce en el neurodesarrollo ante la exposición temprana y que su adicción constituye la puerta principal hacia drogas duras. Sobre esto Hurd señala que revertir la legalización puede ser un error que empeore el problema y que el camino está en las regulaciones que limiten la potencia.

Referencias a consultar:

  • Chadwick B., Miller LM., Hurd LY. Cannabis use during adolescent development: susceptibility to psychiatric illness. Frontiers in Psichiatry. 2013. 4(129). doi: 10.3389/fpsyt.2013.00129.
  • Jacobus J, Tapert FS. Effects of Cannabis on the Adolescent Brain. Curr Pharm Des. 2014; 20(13): 2186–2193.
  • Albaugh DM, Ottino GJ, Sidwell A, Lepage C, Juliano A, Owens MM et al. Association of Cannabis Use During Adolescence With Neurodevelopment JAMA Psychiatry. 2021;78(9):1031-1040. doi:10.1001/jamapsychiatry.2021.1258.