Biomarcador obtenido de sangre periférica.

Agosto culmina con un avance vital en el proceso diagnóstico de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente después de la enfermedad de Alzheimer. Se trata de una investigación recientemente publicada en Science por neurocientíficos de la Universidad de Duke, en la que se utilizaron células cultivadas de pacientes diagnosticados con enfermedad de Parkinson idiopática (EPI) y neuronas de ratas con dicha condición (inducida por una neurotoxina).

El novedoso biomarcador (aún en fase experimental) se obtiene con un análisis de sangre y utiliza la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés) para cuantificar el daño del ADN mitocondrial.

* La mitocondria es un organelo intracelular del tamaño de una bacteria, que se encarga de generar la energía para las funciones celulares y poseen su propia dotación genética (ADN mitocondrial), el cual puede dañarse de forma independiente al ADN nuclear.

¿Sabías que el ADN mitocondrial solo lo transmiten las mujeres, es decir, solo lo heredamos de nuestras madres? 

… porque las mitocondrias del espermatozoide no penetran en el óvulo.

Herencia mitocondrial materna.

Esta prueba demostró niveles altos de daño mitocondrial en pacientes con EPI con respecto a controles sanos. A su vez, identificó que alcanza niveles mayores en los casos que presentan una mutación genética LRRK2 (gen que ha sido asociado con un aumento del riesgo de padecer la enfermedad). Quizás lo más alentador, es que detectó este daño en pacientes con la variante LRRK2 mientras estaban asintomáticos, por lo que podrían diagnosticarse antes de la neurodegeneración irreversible.

Posteriormente se estudió si la prueba era capaz de determinar la eficacia de un tratamiento inhibidor de la quinasa LRRK2 en las células afectadas por la EPI. Concluyéndose que se pudo identificar un menor daño mitocondrial en las células tratadas con el fármaco que en las que no lo recibieron.

Hasta ahora solo se ha probado retrospectivamente en muestras de sangre almacenadas, por lo que aún debe demostrarse de forma prospectiva en ensayos clínicos, la sensibilidad y especificidad de esta nueva prueba para diagnosticar en etapas precoces la EPI.

Hasta el momento, la EPI se diagnostica basado en criterios clínicos, los cuales aparecen cuando la enfermedad tiene más de 10 años de evolución (una vez que han muerto el 70% de las neuronas dopaminérgicas en la parte compacta de la sustancia negra del tallo cerebral). Obteniendo una prueba lo suficientemente específica de la enfermedad se lograría el diagnóstico precoz, un inicio más temprano del tratamiento y un aumento en la precisión de los pacientes que pueden incluirse en ensayos clínicos de nuevas moléculas dirigidas a detener o incluso revertir el daño del ADN mitocondrial, pasando del tratamiento sintomático a uno curativo.

Otro de los dilemas frecuentes en el proceso diagnóstico de un parkinsonismo, es determinar si se trata de la enfermedad clásica prototipo (EPI) o de un parkinsonismo atípico (parálisis supranuclear progresiva, atrofia multisistémica o degeneración corticobasal). Basado en esto, se están realizando investigaciones en la Universidad de Lund (Suecia) para determinar en sangre la presencia de la proteína neuronal denominada alfa-sinucleína (elemento clave en la fisiopatología de los parkinsonismos). Entre sus conclusiones principales están que la proteína adquiere menores niveles en sangre en pacientes con EPI y más altos en los Parkinsonismos Atípicos, pudiendo ser esto la explicación de la evolución más agresiva de estos últimos.

Teniendo en cuenta estos hallazgos seremos capaces de conducir el diagnóstico de estas enfermedades neurodegenerativas devastadoras a una fase antes de los síntomas motores, incluso en un futuro cercano a una etapa presintomática y, por tanto, potencialmente reversible.