Durante la historia de la humanidad han sido numerosos los Estados de Éxtasis (episodios de desconexión de la realidad externa con vivencias intensas, placenteras e inexplicables como si el sujeto fuera transportado dentro de una dimensión superior), interpretados como experiencias artísticas, intelectuales o místico-religiosas.
Este tema fue ampliamente disertado por Gastaut (epileptólogo fránces) al hablar sobre la Epilepsia Extática padecida por el escritor ruso Dostoievski. Este último, en sus novelas describía sus propias sensaciones ictales a través de sus personajes. En su obra autobiográfica “El Idiota”, el príncipe Mishkin narraba minuciosamente que experimentaba tal sensación de felicidad, plenitud y belleza que era imposible de imaginar en un estado normal, un sentimiento de armonía consigo mismo y con el mundo entero tan fuerte y delicioso que por unos segundos de tal bendición daría unos gustosos diez años de su vida, si no la vida entera… El novelista manifestaba que estos estados eran una dicha suprema que no cambiaría ni por todas las alegrías de la vida, sentía que el cielo había descendido a la tierra… posteriormente iniciaban las convulsiones y pasaba días de depresión profunda.
Otro ejemplo de este padecimiento se atribuye al apóstol Pablo de Tarso, cuando describe su vivencia en el camino de Damasco, refiriendo que hacía 14 años había sido llevado al tercer cielo, al paraíso, sin poder asegurar si fue en su cuerpo o fuera de él, donde escuchó palabras inefables que no le están permitidas pronunciar al ser humano… posteriormente se quedó ciego durante 3 días. Quizás lo más curioso fue la repercusión, pues luego de este suceso, dejó de perseguir cristianos y dedicó su vida a difundir la doctrina de Cristo por el imperio romano.El caso histórico mejor documentado es el de la monja carmelita Teresa de Cepeda, la cual comienza a los 17 años a sufrir desmayos recurrentes. A los 24 años, luego de uno de estos eventos entra en un estado de coma (interpretado como un status epiléptico, por la degradación de conciencia asociado a que tenía “la boca hecha pedazos de mordidas”), razón por la cual recibió la Extremaunción al considerarla muerta. A los 43 años comenzó con episodios de éxtasis, los cuales describe en su autobiografía (Libro de la vida). Refiere que estos eran cortos como un Ave María o prolongados como un Salve, iniciando con un resplandor que no alcanzaba la imaginación por muy sútil que fuese, a pintar como era esa luz, ni ninguna cosa de las que el señor le daba a entender con un deleite tan soberano que no se podía decir, porque todos los sentidos gozaban en alto grado y suavidad que era mejor no decir más… estos episodios ocurrían espontáneamente y la dejaban en un estado postictal durante un día o dos. Esta semiología ictal describe disfunción de lóbulo temporal derecho (cuya parte lateral está asociada a las emociones placenteras). Hoy en día se piensa que es posible que padeciera una Neurocisticercosis, la cual era endémica en la península ibérica en esa época.
Actualmente gracias a las técnicas de neuroimagen funcional (RMN funcional, SPECT y PET) y al registro de la actividad neuronal con microelectrodos intracraneales, se interpreta que estas crisis extáticas ocurren por una activación de la corteza insular anterior que propaga el impulso a través de múltiples redes neuronales. La ínsula es la estructura encargada de integrar la información del mundo exterior con la autopercepción individual, las emociones y las memorias, convirtiéndolas en momentos perceptivos. De esto se deriva que las vivencias afectivas y de clarividencia más allá de ser fenómenos sobrenaturales, derivan de la activación de dichas redes neuronales.
Referencias a consultar:
Arias M. Neurología del éxtasis y fenómenos aledaños: epilepsia extática, orgásmica y musicogénica. Neurología. 2019;34(1):55—61