¿Sabías que nuestro cerebro es quien decide si esta Navidad esperarás ansioso a Santa o reencarnarás en el Grinch?
Celebrar la Navidad es una experiencia única con días cargados de una alegría nostálgica que llena nuestros pensamientos más banales de SINESTESIA con vivos colores, olores agradables y sabores exclusivos de esta época del año. Todos seremos capaces de reconocer que en esta fechas algo cambia en nosotros, incluso a los que no les agrada; y claro que cambia, nuestro cerebro está actuando diferente. Como podría resultar evidente para los NEUROsinestésicos, todos estos cambios tienen una explicación científica y un origen en nuestras redes neuronales.
En el primer grupo hubo una mayor activación de áreas específicas. Se detectaron cinco áreas corticales de mayor activación al mostrar estímulos navideños. A nivel frontal predominó el hemisferio izquierdo con una activación ipsilateral de la corteza premotora y la motora primaria, a diferencia de la respuesta parietal donde se activaron las áreas somatosensoriales primarias de forma bilateral y otras zonas parietales derechas.
Esto se traduce en que procesamos toda la información sensorial (colores brillantes navideños, villancicos, olores y sabores de dulces agradables y del pavo navideño) en la frontera frontoparietal. A nivel parietal dominante (derecho) analizamos el reconocimiento de las emociones faciales y almacenamos los rasgos de misticismo y espiritualidad de nuestra personalidad (sentido de autotrascendencia). La traducción de todos estos cambios exteriores es enviada a nivel prefrontal para que, basado en los recuerdos evocados de experiencias anteriores (por el hipocampo), en dependencia de si son positivas o negativas, seamos poseídos por el saltarín espíritu navideño o por el Grinch.
...y si te dijera que literalmente el espíritu navideño tiene un lugar en nuestro cerebro, su propia red neuronal.
Existe una corriente de neuroendocrinos que afirman que el espíritu navideño es un ritmo biológico circanual (se repite cíclicamente cada 12 meses) que tiene su base en el eje hipotálamo-hipofisario. En dicho sistema neurohormonal existen redes neuronales inactivas durante 11 meses del año (denominado Centro Reavivante de la Navidad), el cual despierta a mediados de otoño cuando cambia la iluminación. Para estos neurocientíficos, el verdadero Santa Claus sería la activación de estas neuronas hipotalámicas, las cuales envían sus mensajes a través de elfos ayudantes (neurotransmisores) y singulares renos (neurohormonas) a múltiples áreas.
Siguiendo la metáfora de que los renos serían las neurohormonas que transmiten un mensaje único, imaginarás que Rudolph no solo se encarga de guiar el trineo, sino que libera en el aire la hormona del abrazo (oxitocina) para incrementar la sensación de afecto, unidad y conexión social que inunda a la población mundial durante los últimos días del año.
¿Sabías por qué Rudolph tiene la nariz roja?
Es un detalle simbólico que se basa en que la microcirculación nasal de los renos es un 25% mayor que en los humanos. Esto les permite resistir las bajas temperaturas a las que están expuestos mientras cruzan los confines del planeta para que cada niño reciba el mensaje de Papá Noel a tiempo.
Po otra parte, los elfos (neurotransmisores) tienen una tarea muy especial al conformar dos tipos de regalos. Unos sobres rojos brillantes llenos de caramelos con dopamina y serotonina que desbordan de placer y felicidad a quienes lo reciben. Mientras que el otro tipo de golosinas son verdes con recubierta de cortisol y adrenalina, convirtiendo a quienes lo prueban en seres estresados e incluso con cierta agresividad, que detestan las intensas emociones cargadas de un optimismo insoportable que desprenden los amantes de la Navidad. Lo cierto es que no son pocos los que reciben estas golosinas verdes, interpretando estos cambios festivos como un momento desafiante del año, donde encontrar el regalo ideal, cocinar la comida perfecta o ser el mejor anfitrión es un auténtico maratón de ansiedad.
A su vez, la tarea más ardua la tiene el noble anciano que nunca hemos visto, o que quizás algunos solo hemos divisado su sombra momentáneamente detrás del árbol. Santa, es el encargado de esparcir el mensaje de su despertar a las regiones más custodiadas y remotas de nuestro cerebro, al Sistema Límbico. Con este fin, visita al antiguo Hipocampo y lo convence de evocar los recuerdos más preciados con la firme promesa de que pronto harán un viaje juntos a la Amígdala, ese pequeño lugar donde las experiencias vividas cobran un sentido emocional de marcada gratitud y alegría o de una soledad dolorosa.
Luego de definir si el fantasma de las navidades pasadas es un motivo de felicidad o de tristeza, emprende un largo viaje con varias paradas. Antes de llegar a su destino final, enciende las luces del núcleo Accumbens, del lóbulo escondido (Ínsula) y de la corteza cingulada anterior con el fin de activar los sistemas de recompensa cerebral. Esta es la razón de nuestro inexplicable y repentino deseo empático de intercambiar regalos, esa generosidad que nos hace irreconocibles o de la hiperfagia hedónica que experimentamos durante las comidas festivas en compañía de seres queridos.
Finalmente llega a su destino en la lejana corteza prefrontal donde reside el juez que toma la decisión final y se encarga de la planificación motora. En dependencia de su veredicto, activaremos cada uno de nuestros músculos comenzando desde semanas antes a decorar y comprar anticipadamente los regalos o nos limitaremos a quejarnos desde el sofá de lo insoportable de reunirse con toda la familia después de un año devastador.
¿Sabías que debajo de la nieve navideña hay mensajes ocultos?
Hace más de dos mil años que celebramos el ritmo romano de la Navidad el 25 de diciembre, en honor al nacimiento de Jesucristo. Desde la noche anterior los católicos realizan la vigilia con la misa del Gallo en la Nochebuena, la cual originalmente se realizaba a medianoche, momento en el que se cree que el gallo cantó la llegada del niño salvador.
De esta forma, nuestros abuelos nos inculcaron sus tradiciones milenarias para convertirnos en los típicos niños que esperan con ansias esta época llena de colores que simbolizan alegría en familia, festividad, vacaciones, reencuentro, villancicos y turrones con olores inigualables. Toda esta magia cobra vida una vez se enciende el árbol con su base ocupada por los pastores, los animales y los tres Reyes viajeros que guiados por la estrella de Belén que brilla en los alto llegaron cargados de regalos de oro, incienso y mirra como ofrenda de paz. Creo que en este sentido la Navidad ha logrado su cometido, pues más que una celebración cristiana, representa a nivel global días de unidad, cultura y paz sin importar el credo que proceses.
Estamos diseñados para creer que todo tiene un fin, que todo lo que ha salido mal puede evolucionar en un futuro cercano hacia la corrección (un año que termina y otro que empieza, el final de la vida y el anhelo de reencarnación). Este es uno de los mensaje ocultos que hace única la Navidad. Nuestro cerebro identifica estas festividades como la última del año, en la que todo lo pendiente tendrá que esperar a enero, todo lo malo del año ahora es pasado, pasamos al siguiente nivel vestidos de rojo y saboreando deliciosos polvorones con la fiel creencia de que luego de la Noche vieja, empieza un nuevo camino, difícil pero renovador.
pero ¿Quién es Santa Claus y el Grinch?
La historia de Papá Noel o Santa Claus es una mezcla multicultural que ha evolucionado con los años. Durante el siglo IV existió en Turquía un obispo cristiano (San Nicolás), cuyo legado caritativo dio origen a la figura de Santa Claus. A su vez, al llegar a América del Norte, los colonos holandeses llevaron la tradición de San Nicolás, donde evolucionó a Sinterklaas, el cual viajaba en un enorme barco desde España para entregarle regalos a los niños a inicios de diciembre. Posteriormente en 1822 se publica el poema "A visit from St. Nicholas" (conocido como The Night Before Christmas), donde por primera vez se describe la imagen del anciano alegre y regordete con barba canosa que viste un traje rojo y blanco. Contado de generación en generación, fueron sumándose elementos de las regiones más recónditas del planeta, hasta configurarlo tal y como lo concocemos hoy. Lo cierto es que, vive en el Polo Norte trabajando arduamente todo el año junto a elfos fabricadores de juguetes. Cada Nochebuena llega montado en su trineo mágico con sus renos voladores de nariz rojiza y espera silenciosamente en plena noche nevada a que todos duerman, para descender por la chimenea y dejar increíbles regalos debajo del árbol o en calcetines colgados cerca de la hoguera.
En contrapartida, hay un villano navideño conocido como el GRINCH. Esa criatura verde peluda y cascarrabias, que tiene un corazón dos tallas más pequeñas de lo normal. Al ser molestado por la ruidosa alegría navideña, sale de su cueva disfrazado de Santa Claus para robar los adornos y los regalos, con el fin de evitar que llegue la tan esperada Navidad. En la oscuridad de la noche, a medida que saquea el pueblo, descubre que la esencia navideña no es lo material, sino los valores espirituales. Estoy seguro que logras identificar este personaje en más de uno de tus conocidos.
¿Sabías que, aunque a los adultos ya no nos traigan regalos, la magia navideña sigue con nosotros?
Un estudio realizado en la UCL (University College of London, por sus siglas en inglés) publica entre sus principales conclusiones que aunque los adultos hayamos dejado de creer en Santa Claus, la magia no desaparece. Entre sus resultados muestran los potenciales obtenidos al mostrar diferentes imágenes. Interesantemente cuando dichas ilustraciones sugerían la presencia de Papá Noel sin que se mostrará, los potenciales de respuesta evocados eran mayores que cuando aparecía explícitamente su imagen. Es evidente que la promesa de su llegada se queda grabado en el niño que todos llevamos dentro.
¿Ha influenciado el Neuromarketing en nuestra tradición navideña?
Uno de los elementos fundamentales del Neuromarketing se basa en que cuanto más diferente sea el estímulo y con un mayor componente emocional, más posibilidades tiene de ser interpretado por nuestro cerebro como importante, y por tanto, estas redes neuronales son perpetuadas mayor tiempo como parte de la memoria a largo plazo. Por esta razón, es que visualizamos abrumadoras propagandas con elementos sensoriales diversos y con un evidente componente emocional desde meses antes de que llegue el final del año.
Como parte de la transición a los ambientes sociales en las grandes ciudades, hemos ido cambiando la mayoría de nuestras costumbres y patrones de supervivencia como especie. Se han modificado nuestros hábitos alimentarios, patrones de sueño y obviamente también nuestro reloj biológico (Hipotálamo). Curiosamente se ha visto en la última década un adelanto en la activación del Centro reavivante de la Navidad. Esto se debe a que, como parte de las campañas de marketing para incrementar el periodo de ventas, desde octubre estamos influidos por cambios ambientales para nada sutiles con luces navideñas que cubren la ciudad y enormes centros comerciales adornados.
A pesar de los incontables avances en las últimas décadas, las neurociencias llevan una batalla constante para entender los enigmas del mundo que nos rodea. Ciertamente, entender el comportamiento de nuestras complejas redes neuronales es una tarea digna de Titanes mitológicos. Los estudios presentados, son un poco rústicos en cuanto a su potencia estadística e incluso tienen destellos de broma. Sin embargo, realzan un mensaje fundamental que incluso hizo al Grinch, bailar al ritmo de la Navidad. Es el hecho de que, la historia inculcada por nuestros seres queridos y tallada en nuestro subconsciente está llena de sesgos, probablemente con muchos detalles que no forman parte de la realidad, pero no queda dudas que incluso cuando ya no creamos en ellas, son elementales para atravesar momentos primordiales de la formación de nuestra personalidad, y que sin ellas no aprenderíamos la esencia de nuestros valores morales como civilización. Incluso, cuando lleguemos a lo que creemos es la verdad, nunca debemos olvidar el camino que nos hizo llegar allí, esa búsqueda insaciable del conocimiento.
Referencias a consultar:
Hougaard A., Lindbewrg U., Amgrim N., Larsson HB., Olesen J., Ami FM. et al. Evidence of a Christmas spirit network in the brain: functional MRI study. British Medicla Journal. 2015,16(351).